miércoles, 9 de abril de 2025

"Blanco" (Abr 25)

 

"Recordar: Del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón."

Eduardo Galeano, El libro de los abrazos


Entendemos el Grupo de montaña San José como un espacio donde compartir vivencias, donde crecer juntos dejándonos sorprender por cada nueva aventura. Efectivamente, tras un cambio de rasante del horizonte aguarda lo inesperado. Aquella curva tomada con la furgoneta será la antesala de un paisaje distinto.

Pero el Grupo de montaña también es un semillero de recuerdos, como una enorme "cápsula del tiempo". Ahí radica el sentido de estas crónicas, testigos perdurables de nuestras sensaciones. 

Frente a la publicación instantánea de imágenes cuya visualización se cancelará en veinticuatro horas optamos por tomarnos un tiempo para seleccionar el álbum mientras dejamos reposar las emociones. No es que desdeñemos el corrector de ortografía del editor de textos, es que preferimos bucear en el diccionario persiguiendo el adjetivo que mejor describa cada situación. 

Nos entusiasma hacer planes, pasamos horas sopesando alternativas antes de lanzarnos al monte. Una vez allí, disfrutamos con los cinco sentidos todos los detalles. Y también somos forofos del relato, de recrear lo vivido. No siempre es cierto que una imagen valga más que mil palabras. 

Ahora centrémonos en la salida del pasado fin de semana. Nos estamos acostumbrando a lo extraordinario; y es que no es común ver cinco furgonetas (y un coche) rumbo a la montaña, allí donde se acaba el asfalto. En sus asientos veréis jóvenes estudiantes que acaban de terminar su semana escolar, tal vez algunas de ellas regresan de una competición deportiva incluso. Si os asomáis al maletero descubriréis guitarras, material de montaña, juegos de mesa y todo lo necesario para alimentar a medio centenar de personas un par de días, ¡ah! y también libros y apuntes por si se presenta la ocasión.

El viaje de ida dura lo suficiente para que todos tengan su ratito de "pinchadiscos" y así nuestros oídos se beneficien de ¿una gran variedad? de estilos musicales. Curiosamente, el viaje de vuelta se hace más silencioso; se podría decir que la montaña aplaca a las fieras.

Las cacerolas y los pucheros del albergue Marista ya nos conocen. Después de lo visto estos días está claro que de este grupo saldrán esforzados profesionales, avezados montañeros y grandes cocineros. ¡Así da gusto!

El sentido de grupo cobra especial relieve al comprobar cómo se cumplen los horarios necesarios, sólo así es posible encontrarnos todos listos para caminar con las primeras luces del día. Ha sido necesario un madrugón de aúpa, un apresurado desayuno y un trayecto en carretera que más de uno aprovechó para seguir con el descanso.

¿Y qué decir de la marcha? Bueno, aquí sí que hablan las fotos. Baste apuntar que no realizamos el itinerario inicialmente diseñado. En la montaña hay que saber renunciar cuando las condiciones lo aconsejan; empeñarse en realizar al pie de la letra lo que planeaste en el calor del hogar puede ser un gran error si no interpretas correctamente la meteorología sobre el terreno.

El mejor montañero es aquel que sabe adaptarse y disfrutar con los nuevos retos que se presentan de improviso. Por ejemplo: el discurrir del día nos proporcionó el título de esta crónica.

Y ahora sí, ya en casa, ¡qué bueno recordar el cansancio de subir las rampas heladas, la maldición de hundirte en once de cada diez zancadas, la sensación de haber perdido la visión aún teniendo los ojos abiertos de par en par! En fin, y también otros buenos momentos, que digo yo que los habrá habido...

El equipo humano, siempre lo más importante, ha sido la mayor fuente de alegrías. Emociona ver cómo se compactan veteranos y nóveles, duchos y legos.

Ojalá perseveremos en estas experiencias de modo que los lugareños de los pueblos del monte se acostumbren a las caravanas de furgonetas y lleguen a decir: "Ya están aquí los del San José".















































2 comentarios:

  1. Qué bien con raquetas🌈🌈🌈Precioso

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  2. La montaña como un enorme bocadillo que alimenta el alma: en la base, la piedra, en el centro, la hierba, y encima la nieve. Sobre ella pepitas de aderezo que pululan de aquí para allá con el calor de la aventura.

    Antonio Cabeza Arroyo

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