viernes, 3 de mayo de 2024

Hornachos (May 24)

La llamada de la aventura volvió a resonar en nuestros corazones y como no podía ser de otra manera, el Grupo de Montaña San José no la rehusaría. La Sierra Grande de Hornachos, conocida por su maravillosa belleza, como diría don Leonardo, esperaba. Un paraje natural que, sin duda, no deja indiferente al que lo visita.

El miércoles 1 de mayo, introduciendo el mes de María, nos subimos al autobús rumbo a nuestro destino. Era una mañana soleada. Las gentes de Hornachos, agradables como ellas solas, nos recibieron con cálidos mensajes de ánimo mientras nuestra jornada comenzaba.

Ante la inmensidad de la Sierra, aún por escalar, surgían las primeras instantáneas a los pies de la misma. Un grupo sumamente numeroso, con alumnos de todas las edades, experimentados y novatos, incluso algunos que regresaban a la familia tras haber emigrado del Colegio. Con don Luis a la cabeza, acompañado de la señorita Elena y el padre Antonio, emprendimos camino hacia la cima, donde la vista panorámica de “nuestra tierra extremeña nos espera”.

Los primeros pasos parecían sofocantes, había mucha pendiente y muchos dudaban si realmente iban a llegar a la cumbre; no obstante, entre todos nos apoyamos para llegar a nuestra primera parada, la cabaña. Tras recobrar la fuerza proseguimos con la subida.

Ya cerca de la cima comenzó la que es la joya de la experiencia en Hornachos, en procesión sin dejar a nadie atrás, disfrutamos de un pequeño tramo de escalada, donde la amplia experiencia de don Luis fue clarividente para los menos iniciados.

Como colofón, la cima nos esperaba en una posición única que nos permitió vislumbrar orgullosos el camino recorrido. Los lazos creados a lo largo de las experiencias del grupo de montaña se inmortalizaron en la cumbre.

Tras la culminación recorrimos el camino a la inversa mientras la lluvia nos acechaba, pero conseguimos llegar de nuevo a la cabaña donde, ante la falta de comida, reapareció una vez más el compañerismo y solidaridad que siempre llevamos con nosotros. Pero aunque la sierra nos hiciera sentir como en casa, debíamos volver al hogar y, despidiéndonos, felices de lo vivido, continuamos por la “vereda de la puerta de atrás“ de la sierra, mientras el cielo caía sobre nuestras cabezas en forma de granizo, haciendo realidad la pesadilla de cualquier galo. Pero resistimos atravesando el bosque de las hadas mientras conversábamos con aquellos a los que cada vez más orgullosos podemos llamar amigos.

Finalmente exhaustos por el camino, logramos alcanzar el autobús que nos debía devolver a nuestra casa común, nuestro Colegio San José. Pero era imposible acabar esta experiencia sin dar gracias por lo vivido, y así fue como un pequeño grupo de los que emprendimos camino, decidimos entregar los vivido a Dios. En la capilla colegial acostumbrada a grandes multitudes nuestro grupo menor en número pero no en espíritu, supo agradecer el esfuerzo realizado durante la jornada y uniéndonos en la paz del Señor pusimos el broche final a esta expedición a la Sierra de Hornachos que una vez más no decepcionó.













































































































































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