Dispuestos a una odisea más, el
reconocido “Grupo de montaña San José” se enfrenta a un nuevo objetivo que
alcanzar. El viernes 2 de febrero, una pandilla de jóvenes alumnos y docentes
del colegio San José con un apetito voraz por la aventura se reúne para embarcarse a la
Sierra de Gredos. Se trata de un grupo de lo más variopinto, gente
experimentada que ya había pisado más de una vez las montañas y por otro lado
otros que iban a gozar por primera vez de esta experiencia, que estoy seguro de
que no va a ser la última.
Al llegar al albergue marista
muchos se llevaron las manos a la cabeza al ver que no había cobertura para
teléfonos móviles ni conexión a la red. En un mundo como en el que vivimos esto
parece inconcebible; sin embargo, no nos damos cuenta de la de cosas que
ignoramos por estar pendientes del teléfono. Me atrevería a decir que este fue
el motivo por el que tuvimos un ambiente tan hogareño dentro del lugar,
arropados por el calor de la candela y deleitados por la armonía de la guitarra.
Algunos se disponían a jugar ajedrez (pasatiempo favorito de muchos de nuestros
montañeros) y otros disfrutaban con la baraja española o con el “Uno” con
entretenidos juegos de cartas. Sin lugar a duda cabía destacar el aura familiar
que tuvimos durante nuestra estancia, propia de un grupo sumamente unido. La
colaboración e implicación en la elaboración de la cena, en recoger, en
limpiar... Sentimiento de compromiso y equipo que nos hacía vernos muy
cohesionados entre nosotros.
Claro que no todo es la estancia en
el albergue. ¡La Laguna Cuadrada nos esperaba, y estando calentitos al lado de
la chimenea no íbamos a alcanzarla! El sábado nos metimos un buen madrugón
acompañado de un saciante desayuno para poder afrontar la larga marcha que nos
aguardaba. Tras serpenteantes y turbulentas carreteras, llegamos a nuestra
parada donde iniciaríamos nuestro rumbo hacia la laguna. Contra todo
pronóstico, un día soleado venía por delante, y los abrigos, guantes y gorros
quedarían relegados a la mochila, lo que hizo esta marcha, en mi opinión, muy
disfrutable y amigable para los recién llegados.
La belleza de la Sierra es de
admirar, sobre todo en zonas de llanos en altura donde puedes contemplar todo
el paisaje frente a ti. En momentos como esos me doy cuenta de que la montaña
es uno de esos sitios que te hacen sentirte vivo, trae adrenalina a nuestro
cuerpo, una sensación de curiosidad por lo desconocido, por ver que hay más
allá, ese hormigueo característico en la barriga que surge cuando algo te
emociona. Llegamos allí para convertirnos en niños libres en un gran patio para
la exploración, para disfrutar, jugar y reír, ayudarnos y ver como todos, como
conjunto, vamos avanzando frente a los retos que nos impone la naturaleza.
Realizamos una parada en la laguna
del Barco, a los pies de la Covacha. Nos hallamos a la mitad de nuestra subida.
Un lugar precioso, hasta cierto punto mágico; pero no nos podíamos permitir
seguir allí mucho tiempo. Un poquito de salchichón y unos dátiles
(indispensables en la mochila de cualquier montañero) y proseguimos con nuestro
camino. La nieve empezó a presentarse a partir de este punto. Era impresionante
ver como un montón de nieve podía fascinar a aquellos que nunca la habían
visto. Siempre hay alguno con ocurrencias maliciosas que decide iniciar una
guerra, pero no una cualquiera: una de bolas de nieve. He de admitir que es de
esas cosas que genuinamente te hacen carcajear sin control, en busca de atinar
otro proyectil más en el cuerpo de un compañero para acabar ambos en un ciclo
constante de represalias, terminando todos sin aliento, riendo por la
situación. Ciertamente la nieve es algo tan simple, pero que a su vez la podemos
convertir en un instrumento recreativo que nos otorga una diversión
incomparable, la cual no sería posible sin la existencia de compañeros con la
que compartirla.
Antes de llegar a la Laguna Cuadrada nos encontramos frente un muro de roca, en el que necesitaríamos no sólo de nuestras piernas, sino también de nuestras manos para treparlo. Tras el esfuerzo de todos y gracias a la ayuda prestada por los versados a aquellos que, o bien les daba miedo, o no se veían capaces, seguimos ascendiendo hasta finalmente alcanzar la Laguna Cuadrada. Aquello parecía de película, un paisaje que a todos nos dejó atónitos, con los ojos como platos. Un espacio donde la nieve recubría las rocas de alrededor, dejando la laguna en el centro, completamente congelada, lo que permitió que pudiésemos cruzar por encima de ella. Esta gran pista de hielo, como era de esperar, fue escenario para el entretenimiento, con gente deslizándose y jugando. Y cómo olvidar a nuestro muñeco de nieve, a quien formamos con tanto cariño y dedicación.
Era tiempo de irnos de aquel
paradisíaco lugar. Como dice nuestro mentor don Luis, la verdadera cima se
encuentra abajo, en el albergue. Se trató de una bajada amena, un momento de recapitulación
de lo vivido aquel día, de recordar esas experiencias que nos habían marcado y
de darnos cuenta de lo eternamente agradecidos que tenemos que estar de poder
vivir esta clase de experiencias inolvidables. Llegamos a las furgonetas al
borde del anochecer y, en mi caso, regresamos por la carretera acompañados de
las sublimes canciones que nos seleccionaban Andrés y Jaime, de quienes tengo
que admitir que tienen un gusto musical envidiable.
A pesar de estar cansados, seguíamos
con ganas de guerra, un ímpetu incansable que nunca se agota, por lo que nos
regocijamos entre melodías y carcajadas esa última noche antes de partir de
vuelta. La mañana siguiente fue emotiva, el final de una travesía que había
unido a tantas personas, pero la vida continúa su curso, y el Grupo de Montaña
San José también, por lo que encontramos consuelo en que esta no será la última
de nuestras odiseas. Con un Padre Nuestro, todos en comunión, agarrando la mano
de los compañeros de los lados dimos por finalizada esta aventura, siempre
llenos de gratitud por este regalo que nos ha otorgado Dios y aquel peregrino
que decidió iniciar la comunidad de Jesuitas, San Ignacio, puesto que si no
fuese por él ninguno de nosotros podríamos haber compartido esta bonita, no sólo
afición, sino estilo de vida. Muchas gracias por esta oportunidad a los
implicados en organizarla, a Rafa con sus siempre impresionantes instantáneas
de calidad incuestionable y en general al grupo por hacer de esto un recuerdo
que quedará sellado para todos nosotros en un huequito de nuestra memoria.
Bonito dia, estupenda actividad y gran disfrute por lo que veo. Enhorabuena y a por la próxima 👍👍💪💪😂😂
ResponderEliminarEnhorabuena a los adultos y sobre todo a ese grupo de jóvenes montañeros, no hay más que ver las fotos para llenarse de juventud, aventura y entusiasmo. Gracias por compartir con nosotros vuestra experiencia.
ResponderEliminarAmor a la montaña y a la aventura de este fantástico grupo de jóvenes y adultos!!!
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ResponderEliminarGran experiencia y grandes cocineros. 🧊=🐧
ResponderEliminarQue experiencia más bonita, merece mucho la pena, lo pasamos genial y ya estamos esperando la próxima.
ResponderEliminarMuchas veces uno camina sin saber hacia dónde, atravesando paisajes sin sentirlos, como si piernas, cabeza y corazón fueran cada uno por su lado. En la montaña eso no pasa. La cabeza y las piernas tienen claro el destino, y se hace imposible no sentir el camino.
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